COMO COMBATÍ EL CAPITALISMO SALVAJE DESDE LA COCINA DE MI CASA

Regrese a vivir en la finca en la que crecí en Guatapé, luego de 17 años en Medellín, trabajando y estudiando, saturada por una vida de malos pagos y contratos inestables casi todos en el sector público.

Había llegado a Guatapé para hacer ese sabático que nunca me decidí, al que le tenía pánico porque la vida en la ciudad nos enfrenta a las compras sin medida de cosas que no necesitamos y que nos hacen entrar a una “competencia” sin sentido con nuestros colegas, amigos y hasta pareja, de esta manera había adquirido deudas con los bancos que no podría saldar sino seguía en la lucha eterna de quien produce para seguir gastando y así estaba yo, debía las tarjetas de crédito, el carro y casi mi vida.

No era el momento para un sabático; pero el cambio de gobernación me dio la “patadita” que seguro yo no habría dado por mi propia voluntad y conciencia.

Ahora estaba en mi casa, la de mi abuela, sin salario, liquidación, cesantías ni ahorros, trabajar en el sector público y ser prestador de servicios no era propiamente el futuro que había imaginado; pero ahí estaba ! Lo primero que me tocó aprender fue a no consumir tanto, en Guatapé no hay centros comerciales, ni cadenas de grandes superficies, de restaurantes, almacenes de ropa, ni de zapatos, un punto a mi favor para no pensar en gastos en banalidades, sólo compraba lo necesario, lo mínimo vital, ósea alimentos y de vez en cuando un cono en la plaza. 

Inicié el cultivo de mi huerta “limpia” proceso en el cual se cultiva sin químicos de ningún tipo, mi abuela me compartió sus secretos para el cuidado de los árboles frutales, su cultivo de aves del paraíso y anturios. 

Con el tiempo ya era una costumbre hacer compras a los productores locales, las arepas las hacíamos con el maíz que producimos en la huerta, los huevos se compraban en la finca de Gladis que producía huevos de gallina feliz, como le dicen a los huevos de las gallinas que crecen como deberían crecer todas, libres !, la leche la dejamos por cuestiones de empatía con los animales y salud, así mismo pasó con la carne y después con los huevos, la ropa se manda a hacer con la modista del pueblo y la tela se compra en el tradicional “agachese”, el mercado itinerante  de comerciantes de la región que llega cada primer viernes  del mes y se instala en el parque como ha sido la tradición por más de 50 años  con promociones insuperables. 

Entendimos la importancia de las compras conscientes, así que nunca más volvimos a comprar ningún objeto decorativo  de maderas extraídas de bosques nativos, así mismo empecé a indagar sobre la procedencia de los productos de la canasta familiar y de uso diario, de dónde vienen y con qué materias primas están fabricados, y lo más importante a que grupo empresarial pertenecen, de esta manera vi como más del 60 % de lo que consumía antes, ahora no lo compraba, tuve que empezar a buscar sustitutos no iba a ser parte de la muerte de gorillaz, de la tala de bosques nativos en Angola,  para sustituirlas por palmas para extraer  aceite y luego con ese aceite freír las papas de las multinacionales, que arrasan con todo porque hay que producir más, a menor costo, sin pensar en el medio ambiente y la gente que está alrededor de las grandes fábricas, fue así como saque de mi cocina, baño y closet a los grandes marcas de  grupos económicos  que nos prometen una mejor vida con anuncios costosos en el super ball y en el intermedio del noticiero, mientras que nos intoxican con sus niveles de azúcar, sal, flúor y manipulación.

Ahora trato de  consumir todo local, le apuesto a lo nacional, lo ecológico, trato de mirar si son veganos y si testean en animales, me convertí en lo que siempre me etiquetaban mis amigos una: hippie que escribe estas letras en una computadora que fue fabricada con minerales que promueven la explotación social y ambiental del capitalismo salvaje que ahora en esta época de reflexión me hacen cuestionar mucho más sobre cuán patrocinadores hemos sido de todo lo que estamos viviendo. Sin duda ver que Caracol tv  emite una  noticia sobre el editorial del Washington Post  en donde se cuestiona al capitalismo salvaje me puso a reflexionar más, que un medio como esos analice esto no tiene  precedentes y que el Washington Post, se atreva a reflexionar sobre la economía “gringa” me hace pensar que definitivamente estamos llegando al fin de los tiempos del capitalismo salvaje, aunque sé muy en el fondo de mi corazón que esto no ocurrirá jamás y que somos nosotros los que tenemos el poder para elegir que comprar, a quién apoyar y que causa patrocinar, somos los consumidores finales  los responsables de los bosques en La Amazonia y en Angola por más lejos que estemos de ellos, los que seguimos patrocinando fábricas y países con deplorables prácticas ambientales, y ni qué decir de la   explotación del hombre por el hombre, y que hipócritamente castigamos de boca como nos pasa con el régimen comunista en China; pero nos encanta apoyar sin tener conciencia de ellos cuando compramos en los remates de todo a $1.000 made in China. 

Por eso desde la cocina de mi casa en cada compra que hago miro a quien beneficia o perjudica lo que compro, trato de ser consecuente con todo lo que pienso sobre el cuidado de los recursos naturales y el amor por la madre tierra, entendiendo que también hago mi aporte a la degeneración y deterioro del planeta inherente a mi llegada a este mundo, lo importante es ser consciente y minimizar mi impacto, para que los hijos de mis amigos y familiares puedan crecer en un mundo mejor.

Astrid Saldarriaga

@astridsaldarriaga-@villatereguatape