PERIODISTAS, LOS VISIBLES INVISIBLES

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Por estos días hemos hablado bastante sobre la difícil situación del personal médico en Colombia, nuestros “héroes sin capa”. Hemos reconocido como país la labor de los “visibles invisibles”-como los llamo yo-, esas personas que siempre están ahí haciendo su trabajo silenciosamente para que nosotros vivamos y tengamos al día nuestras comodidades básicas: agua potable en casa -la mayoría- (algunos aún, en pleno 2020 no saben qué es eso), energía, internet, aseo en las calles, rocería, gasolina, transporte de alimentos, vigilancia privada, domicilios, mantenimiento, pero poco o nada se menciona la labor del periodista o reportero.

Y si no lo sabían, en este gremio también existe el modelo de “obrero raso”; ese que gana poco y arriesga mucho, ese que va a la calle y hace el trabajo duro.  Sus días pasan entre tragedias, asesinatos, robos, fenómenos naturales, desigualdad social, abandono del estado, denuncias, pobreza extrema, corrupción, marchas, desplazamientos, enfrentamientos armados, solo por mencionar algunas cosas que conforman el día a día de estos “visibles-invisibles”.

Por muchos años, desperté a las 4 de la mañana para salir a trabajar, sin importar el clima, mi estado de salud o el día; poco importaba si era primero de enero o 17 de agosto, daba igual; la tarea de informar “no tiene horario ni fecha en el calendario”, como dice Caballo Viejo, la reconocida canción del maestro Simón Díaz.  En un mismo día podía cubrir desde un homicidio, un derrumbe, una rueda de prensa de algún ministro, hasta el traslado de un elefante a su nuevo hogar.  Siempre sabía la hora en que salía, pero no la de llegada, daba igual.  En la casa también se trabaja; se consultan medios nacionales, se llaman fuentes, se redactan textos. Entrada la noche, cuando ya el cuerpo dice no más, el reloj marcaba las 11:00 PM hora de dormir, claro, si todo lo que el día trajo nos deja conciliar el sueño.

En tiempos de pandemia, la cosa no es distinta. Algunos trabajan en la calle a diario, poniendo en riesgo su vida, su salud y la de su familia; algunos trabajan desde casa con la incertidumbre de no saber cuándo y en qué condiciones van a volver; algunos independientes no tiene pauta comercial, que es lo que finalmente mantiene el funcionamiento de medios grandes y pequeños.  Todos con problemas de sueño, con ansiedad, puedo asegurar que todos con problemas del colon o gástricos (si no los tiene o los ha tenido no ha hecho bien la tarea), todos sin reconocimiento del estado, de la sociedad o la empresa privada.  Estamos solos ahí, siendo fundamentales, pero invisibles en este proceso, porque sin este trabajo la gente no se informaría de lo que esta pasando y las autoridades no tendrían suficientes canales de difusión para contar sus medidas y decretos.

La cosa es que para el periodista, a diferencia de los médicos, la cosa ha sido dura siempre, pero la pasión y el amor por el oficio nos obliga a seguir; la cosa es que hemos sido amenazados, asesinados, censurados, diariamente insultados, duramente criticados, señalados por todos, incluyendo a los propios colegas. Hemos sido minimizados, ignorados; muchos han envejecido en el olvido, sin pensión, sin techo, sin nada, después de dedicarle la vida entera a servirle a la sociedad, pocos logran salir por la puerta grande.  Solo en el 2019 se reportaron 199 periodistas amenazados de muerte, dos asesinados y dos desplazados.

http://www.redmas.com.co/colombia/alarmante-cifra-periodistas-amenazados-colombia-2019/)

A diario corremos el riesgo de quedarnos sin trabajo por decir lo que pensamos, por poner en evidencia a X o Y, por mostrar la realidad sin edición. A diario nos vemos opacados por los egos de los “visibles”, que ahora se autopromocionan en sus redes y dan sus propias noticias en “auto entrevistas” dejando a un lado el cuestionamiento y el debate.  A diario pensamos en el futuro, en reinventarnos sin perder la esencia de lo que somos; cada vez hay menos garantías, menos medios de comunicación, menos espacios de opinión, pero la misma necesidad de informar y por supuesto de trabajar -porque, créame- los periodistas también comen y pagan cuentas como cualquier ciudadano.

No somos súper héroes, no tenemos capa, no tenemos implementos de bio seguridad, tampoco súper poderes; nuestra única arma es el micrófono y la cámara, nuestra misión informarlos mientras ustedes se quedan en casa.